EL ALMA DE LA OTRA LUZ
EL ALMA DE LA OTRA LUZ.
Hemos
venido a ver/o a que nos vea, una exposición de cuadros que se titula Renacer. Esta palabra viene del término
latino renasci y su significado es el
de volver a nacer, el prefijo re-
señala reiteración y hacia atrás. El verbo nascere
nos remite al latino nasci que hunde
sus raíces en la noche selvática de los orígenes, el tronco indoeurepeo: nasci antes gnasci viene de la raíz gen-
que no es sino, dar a luz, engendrar. Al ver estos cuadros me vienen los versos
de Luis Rosales: “Al llegar este instante he comprendido que, a veces, es
preciso descansar de vivir, que todo vuelve, que todo ha de tener, al fin, la
estatura de un niño”.
En
el oficio del pintor, aunque creo que en el oficio de vivir también, la luz
juega un papel nuclear en la edificación del cuadro: construcción que en la
pintura de José Luis Campos tiene tres partes muy bien definidas. De un lado,
un golpe de imaginación que vincula sentimientos y emociones, surgidos de la
mirada a las distintas realidades de la vida cotidiana: al pueblo de nuestras
vísceras, bullicioso y zaragatero, intranquilo cuando menos, y acallado por la
paz eventual que imponen las cicatrices: aquí es donde la obra de arte puede conectar
con nosotros. De otro lado, la técnica que el pintor decide utilizar, los
colores de esta muestra en la que adquieren prioridad otras mezclas, y otros
matices, otros subrayados, otros planos y entradas de la luz, muy distintos a
las dos entregas anteriores. Y, por último, el sentido que José Luis Campos
pretende para su obra: una obra acabada, bien hecha, y que pertenece a un mismo
horizonte de fondo: en Renacer
predomina el uso de una luz nueva que acompañe la mirada que sobre cada uno de
nosotros nos donará cada lienzo. En síntesis: pienso que cada cuadro, al estar
hecho desde la verdad, -que generalmente nos posee ella a nosotros y no al
revés-, tiene algo que contarnos de nosotros mismos. Pues la imaginación del
artista, como la técnica, como el intento siempre infructuoso y prometeico de
otorgar un sentido, van a inscribirse en nuestro inconsciente: quiero decir
que, son cuadros que pertenecen a una misma historia y que invitan a dejarnos
mirar por las narraciones que han sido pintadas por las manos y la sensibilidad
de José Luis Campos, pero que también son nuestras de algún modo, pues vivimos
en el mismo universo simbólico que él y en una historia diaria y un esfuerzo
por vivir y renacer, que no nos son ajenas en absoluto. La obra de arte termina
su ciclo cuando una miríada de ojos la hacen suya al contemplarla y, desde
nuestra subjetividad, la sentimos y la interpretamos.
Precisamente
en nuestro inconsciente, es donde de forma asistemática y discontinua mora un
mundo de imágenes que bullen por expresarse. Y es que nosotros adjudicamos
significados a objetos (como los cuadros que tenemos aquí hoy) como ya lo
hacían nuestros antepasados. Del esfuerzo de la consciencia por estructurar y
darle continuidad a toda esa maleza nació el símbolo, y con el símbolo, la
brecha. La brecha entre el zarzal interior y la capacidad de estructurarlo a
nivel consciente. Las tres exposiciones de José Luis han estado terciadas por tres
símbolos: Luz de un sueño, la
primera, estaba configurada por el universo simbólico de la autorreflexión, el
yo en el espejo se preguntaba algo así como: ya sé cuál es mi sueño y eso duele
pero me hace más libre. La segunda, la llamó bellamente Ojalá una mirada, y el símbolo primordial partía de que el sueño
anterior no podía soñarse sin una mirada que lo contuviera.
Y
aquí está Renacer con un símbolo muy
preciso que funciona en cada cuadro: el de otra luz distinta. Como ya indico en
el título, para la pintura de José Luis Campos la luz ha sido siempre un
elemento crucial, hasta en su propia vida los es: en nuestro primeros
encuentros me habló muchas veces de su amor por la luz inusual del crepúsculo
de la mañana y de la tarde del pueblo de Cenes de la Vega en Granada o la luz
de Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz. La luz pertenece al dualismo arquetípico
luz/oscuridad. El psiquismo del hombre y del artista extrae de la realidad
concreciones diversas del mismo, una de ellas es el día y la noche. Y una serie
extensa de paralelismos dicotómicos: luz/oscuridad, calor/frío,
vigor/debilidad, ánimo/temor, alegría/tristeza, seguridad/inseguridad, vida/muerte,
libertad/esclavitud, sabiduría/ignorancia. Estas contradicciones, esta brecha
adquieren en Renacer una dimensión distinta, no dejan de existir, sino que
temáticamente se han transformado. (O mejor dicho, se han permeabilizado a otra
luz).
¿Desde
dónde pinta nuestro pintor? Las historias y las tonalidades, las decisiones y
las conjeturas acerca de qué uso hacer acerca de la iluminación de una pintura,
lo que se decide contar pintando a sabiendas de que me está contando ello a mí,
tienen mucho que ver con el sótano de nuestra alma.
Contaba
el pensador y psiquiatra Jung, algo así, cuando quería hablar del alma humana y
del inconsciente colectivo. Uno se encuentra en una casa con dos plantas, ese
yo vive en la parte superior en el momento actual, donde está todo más o menos
como ha de estar, ordenado y según los criterios que uno decide.. Un día bajas
las escaleras camino de la planta baja y compruebas que pertenece a una época
mucho más antigua, podría ser la Edad Media por ejemplo, y allí puede haber
otra escalera, ahora de piedra rota y vieja, que te conduce a un sótano; una
vez en él, puede que te encuentres con restos de un tiempo muy antiguo, de
difícil datación. Pues bien, estoy seguro de que para José Luis Campos la
pintura ha sido y es una manera de indagar en todo ello, y por tanto una suerte
de construcción de su propia alma para que sea más completa.
Pienso,
querido José Luis, en el momento que me dijiste que empezabas a pintar el
trabajo que luego has llamado Renacer,
y leo en el poeta Antonio Jiménez Millán las palabras oportunas para como yo
imagino que pudiste asomarte al primer lienzo: “Va muy despacio por las mismas
calles, sólo siente un rumor de pasos que se adentran en la niebla”. Eso es,
adentrarse en la niebla para que, desde ahí y solo desde ahí, nazca otra luz.
Nos
hicimos amigos hace muchos años y uno de los elementos que lo provocó fue la
luz. A pesar de venir de historias muy distintas y de sombras propias con
nombres y costumbres dispares, hubo un encuentro que hoy agradezco y honro
también en tu pintura: una de las formas tuyas de ser que más te acercan ti mismo,
y que por eso más me arriman a mi mismo con una luz nueva nos renace.